Por: Frank T. McAndrew Ph.D.
La mayoría de nosotros posee algo llamado el “sesgo optimista”, el cual nos da una predilección a pensar que nuestro futuro será mejor que nuestro presente.
Se
siguió una tendencia que comenzó en la década de 1960 con la psicología
humanista y existencial, la cual enfatizaba la importancia de alcanzar el
potencial nato y la creación de un sentido en la vida de uno.
Desde
entonces, miles de estudios y cientos de libros han sido publicados con el
objetivo de aumentar el bienestar y ayudar a las personas a llevar una vida más
satisfactoria.
Así que, ¿por qué no somos más felices?
Perturbadoramente,
nuestros esfuerzos de mejorar la felicidad podrían ser un intento inútil de
nadar contra la corriente. De hecho, puede que estemos programados para estar
insatisfechos la mayor parte del tiempo.
No puedes tener todo
Parte
del problema es que la felicidad no es una sola cosa.
En
el libro de Jennifer Hecht, The Happiness
Myth, una filósofa que estudió la historia de la felicidad, propuso
que todos experimentamos diferentes tipos de felicidad, pero que no son
necesariamente complementarias. Algunos tipos de felicidad pueden incluso tener
conflicto con otras.
En
otras palabras, tener demasiados tipos de felicidad puede poner en peligro
nuestra capacidad de tener lo suficiente de los demás, por lo que es imposible
para nosotros tener simultáneamente todos los tipos de felicidad en grandes
cantidades.
Por
ejemplo, una vida satisfactoria
construida con una carrera exitosa y un buen matrimonio es algo que se
desarrolla en un largo periodo de tiempo. Toma mucho trabajo, y muy a menudo
requiere evitar placeres hedonistas como fiestas o emprender un viaje de último
momento.
Cómo procesa nuestro cerebro la experiencia de la
felicidad.
Todos
hemos empezado una oración con la frase “¿No sería genial si (voy a la
universidad, me enamoro, tengo hijos, etc.)?”. Igualmente, oímos muy seguido a personas mayores empezar
oraciones con la frase “¿no fue genial cuando…?”
Pero
pensemos cómo rara vez se oye decir lo mismo en tiempo presente: “¿No la
estamos pasando genial, ahora?”
Seguramente,
nuestro pasado y futuro no son siempre mejores que nuestro presente. Todavía
seguimos pensando que este es el caso. Estos son los ladrillos que construyen la
dura realidad de la parte de nuestra mente que piensa acerca de la felicidad en
el pasado y el futuro. Religiones enteras se han construido a partir de eso.
Sea que estemos hablando acerca de nuestro ancestral jardín del Edén (cuando las cosas fueron geniales)
o la promesa de un futuro incomprensible de felicidad en el Cielo,
Valhala, Hannah, o Vaikuntha. La felicidad eterna es siempre la zanahoria que
cuelga del extremo de la vara divina.
Existe
evidencia de por qué nuestros cerebros operan de esta manera: La mayoría de nosotros posee algo llamado
el “sesgo optimista”, el cual nos da una predilección a pensar que nuestro
futuro será mejor que nuestro presente.
Para
demostrar este fenómeno a mis estudiantes, en el comienzo de un nuevo curso les
dije cuál fue la nota media recibida por todos los estudiantes en mi clase
durante los últimos tres años. Luego les pedí de forma anónima la nota que
esperaban recibir. El experimento
funcionó: Sin errores, las notas que se esperaban eran considerablemente más
altas de lo que se esperaría razonablemente obtener, dada la evidencia
disponible.
Los
psicólogos cognitivos también han identificado algo llamado “El principio de
Pollyanna”. Significa que
procesamos y recordamos la información agradable del pasado más que la
información desagradable. Una excepción
ocurre en individuos en depresión, quienes muy a menudo se fijan en fracasos y
decepciones del pasado. Para la mayoría de nosotros, sin embargo, la razón de
que los viejos tiempos se vean tan buenos es que nos concentramos en las cosas
agradables y tendemos a olvidar los días que no fueron tan placenteros.
Nuestras memorias del pasado con frecuencia están distorsionadas, vistas a través de cristales de color rosa.
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