domingo, 18 de septiembre de 2016

¿Realmente todo tiempo pasado fue mejor?



Por: Frank T. McAndrew Ph.D.
La mayoría de nosotros posee algo llamado el “sesgo optimista”, el cual nos da una predilección a pensar que nuestro futuro será mejor que nuestro presente.
En la década de los 90’s un psicólogo llamado Martin Seligman lideró el movimiento de la psicología positiva que colocó el estudio de la felicidad humana directamente en el centro de la investigación psicológica y teórica.

Se siguió una tendencia que comenzó en la década de 1960 con la psicología humanista y existencial, la cual enfatizaba la importancia de alcanzar el potencial nato y la creación de un sentido en la vida de uno.

Desde entonces, miles  de estudios y  cientos de libros han sido publicados con el objetivo de aumentar el bienestar y ayudar a las personas a llevar una vida más satisfactoria.

Así que, ¿por qué no somos más felices?
Perturbadoramente, nuestros esfuerzos de mejorar la felicidad podrían ser un intento inútil de nadar contra la corriente. De hecho, puede que estemos programados para estar insatisfechos la mayor parte del tiempo.

No puedes tener todo
Parte del problema es que la felicidad no es una sola cosa.

En el libro de Jennifer Hecht, The Happiness Myth, una filósofa que estudió la historia de la felicidad, propuso que todos experimentamos diferentes tipos de felicidad, pero que no son necesariamente complementarias. Algunos tipos de felicidad pueden incluso tener conflicto con otras.

En otras palabras, tener demasiados tipos de felicidad puede poner en peligro nuestra capacidad de tener lo suficiente de los demás, por lo que es imposible para nosotros tener simultáneamente todos los tipos de felicidad en grandes cantidades.

Por ejemplo, una vida satisfactoria construida con una carrera exitosa y un buen matrimonio es algo que se desarrolla en un largo periodo de tiempo. Toma mucho trabajo, y muy a menudo requiere evitar placeres hedonistas como fiestas o emprender un viaje de último momento.




Cómo procesa nuestro cerebro la experiencia de la felicidad.
Todos hemos empezado una oración con la frase “¿No sería genial si (voy a la universidad, me enamoro, tengo hijos, etc.)?”. Igualmente,  oímos muy seguido a personas mayores empezar oraciones con la frase “¿no fue genial cuando…?”
Pero pensemos cómo rara vez se oye decir lo mismo en tiempo presente: “¿No la estamos pasando genial, ahora?”

Seguramente, nuestro pasado y futuro no son siempre mejores que nuestro presente. Todavía seguimos pensando que este es el caso. Estos son los ladrillos que construyen la dura realidad de la parte de nuestra mente que piensa acerca de la felicidad en el pasado y el futuro. Religiones enteras se han construido a partir de eso. Sea que estemos hablando acerca de nuestro ancestral  jardín del Edén (cuando las cosas fueron geniales)  o la promesa de un futuro incomprensible de felicidad en el Cielo, Valhala, Hannah, o Vaikuntha. La felicidad eterna es siempre la zanahoria que cuelga del extremo de la vara divina.

Existe evidencia de por qué nuestros cerebros operan de esta manera: La mayoría de nosotros posee algo llamado el “sesgo optimista”, el cual nos da una predilección a pensar que nuestro futuro será mejor que nuestro presente.

Para demostrar este fenómeno a mis estudiantes, en el comienzo de un nuevo curso les dije cuál fue la nota media recibida por todos los estudiantes en mi clase durante los últimos tres años. Luego les pedí de forma anónima la nota que esperaban recibir.  El experimento funcionó: Sin errores, las notas que se esperaban eran considerablemente más altas de lo que se esperaría razonablemente obtener, dada la evidencia disponible.


Los psicólogos cognitivos también han identificado algo llamado “El principio de Pollyanna”. Significa que procesamos y recordamos la información agradable del pasado más que la información desagradable.  Una excepción ocurre en individuos en depresión, quienes muy a menudo se fijan en fracasos y decepciones del pasado. Para la mayoría de nosotros, sin embargo, la razón de que los viejos tiempos se vean tan buenos es que nos concentramos en las cosas agradables y tendemos a olvidar los días que no fueron tan placenteros. Nuestras memorias del pasado con frecuencia están distorsionadas,  vistas a través de cristales de color rosa. 


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