lunes, 17 de octubre de 2016

Terapia asistida con animales



Por: Gloria Madroñal Bermúdez
El vínculo entre humanos y animales es una realidad desde el momento en que comenzamos a domesticarlos para nuestro beneficio. Si nos preguntamos por qué tanta gente invierte tiempo, dinero y esfuerzo en convivir con animales sin una función específica (como la caza o la defensa), cabe concluir que es debido a que satisfacen diferentes necesidades humanas.

Entre ellas destacan, según Fine (2010), la necesidad de proteger y sentirnos protegidos, creándose una relación de apego, y el apoyo social que ofrecen. Otros beneficios encontrados son que constituyen una fuente de motivación, generan emociones positivas, y actúan como unos amortiguadores emocionales en situaciones de ansiedad. Por si fuera poco, aportan seguridad, aceptación incondicional ─no nos juzgan─ y facilitan la expresión emocional y el contacto físico. Algunas de estas características inherentes a los animales, como señala Jenkins (2014), son requeridas a todo psicólogo según la terapia rogeriana: mostrar empatía, congruencia (mostrarse auténtico y honesto) y aceptar incondicionalmente al paciente.
El interés por las Terapias Asistidas con Animales (TAA) está creciendo y cada vez más noticias y reportajes se hacen eco de las intervenciones que se están llevando a cabo. Sin embargo, a veces informan con términos inadecuados (“animales que curan”, “mi médico ladra”, “mi psicólogo de cuatro patas”…) que insinúan erróneamente una labor curativa del animal. Por lo tanto, cuando hablamos de estas intervenciones, ¿sabemos qué son?
La terapia asistida con animales (TAA) se caracteriza porque involucra a un animal (el más empleado es el perro, pero también se usan caballos, gatos, delfines…) como parte importante del tratamiento de la persona. Esta definición que da Fine (2010) se puede matizar resaltando algunos aspectos para no inducir a error:
Hacemos terapia, pero asistida por un animal: los objetivos y las bases sobre las que se asienta la intervención serán los propios de la disciplina a la cual pertenezca el profesional (es decir, si es un psicólogo, en la sesión se hará psicología; si es un fisioterapeuta, se hará fisioterapia). Pero se cuenta con un añadido, el animal, el cual es un recurso adicional.
La TAA no es una terapia per se: Se precisa una titulación previa que ampare la intervención, pues ésta, aunque bienintencionada, no necesariamente será inocua ─ni legal, pues si hacemos promoción de la salud o tratamiento, un curso de TAA no habilita para esta labor si previamente no se posee formación sanitaria (en caso de la psicología sería necesario, como mínimo, grado y máster en psicología general sanitaria).
El animal parece el protagonista: pero es el profesional quien dirige y controla la sesión, aprovechando el interés y la conexión natural entre personas y animales para fomentar la motivación, el enganche a las sesiones y el vínculo con el terapeuta.
¿Qué aporta un animal en terapia?
Sabemos que el apoyo social entre humanos entraña muchos beneficios en diferentes niveles y contextos. Sin embargo, y esto es lo llamativo, en algunos casos la presencia de un animal puede aportar incluso mayores beneficios que la de un humano en la reducción del arousal o activación ─el correlato fisiológico de la ansiedad─. Por ejemplo, en un estudio se midió la activación fisiológica de adultos que debían realizar una tarea cognitiva en varios contextos: solos, con su pareja, con otro adulto o con un perro. Fue en presencia de un perro cuando menor activación cardiovascular presentaron. Otras experiencias similares que inducían estrés y medían el nivel de cortisol ─hormona que se libera como respuesta al estrés─ en saliva, obtuvieron que éste era menor ante la presencia de un animal.
Así pues, la mera presencia de un animal cambia la percepción de un contexto social, convirtiéndolo en algo menos estresante y más positivo. Se aplicaron estos estudios generales a casos particulares donde el estrés social es un rasgo importante, como en personas con trastorno del espectro autista (TEA). Para ello, O’Haire (2015) midió laconductancia de la piel (respuesta fisiológica que aumenta si hay estrés social) en niños con y sin TEA, encontrando que la conductancia era menor en niños con TEA cuando interactuaban con un animal (en lugar de con un juguete o leyendo un texto).

Esta interacción con un animal aporta a la terapia un carácter lúdico, agradable y diferente. De hecho, como señala López-Cepero (2015), las actitudes y expectativasante las TAA tanto de pacientes, estudiantes, como de otros profesionales son muy positivas. Pero, sin embargo, el nivel de conocimiento existente es aún reducido y por ello es necesaria la investigación y la popularización de qué son exactamente estas intervenciones.
La buena predisposición hacia el trabajo a realizar, fruto de estas actitudes y expectativas positivas, ayuda a establecer un elemento básico de la intervención: la alianza terapéutica. Diversos meta análisis, como señalan Corbella y Botella (2011), le confieren ─específicamente a los factores de colaboración y confianza─ un peso superior al 50% en el logro del éxito terapéutico. Así pues, se pueden entender a los animales como catalizadores de la alianza terapéutica, promoviéndola con mayor intensidad y rapidez.
En definitiva, entre humanos y animales existe un potente vínculo que se puede emplear para lograr un avance terapéutico cualitativa y cuantitativamente más óptimo. ¿Cómo hacerlo? Aún falta mucho por investigar, pero los datos, aunque han de ser tomados con cautela, indican grandes beneficios de este complemento a la labor del terapeuta.

Referencias:
Botella, L. y Corbella, S., (2011). Alianza terapéutica evaluada por el paciente y mejora sintomática a lo largo del proceso terapéutico. Boletín de Psicología. 101, 21-33.
Fine, A. H. (2010). Handbook on animal assisted-therapy (3ª ed.). USA: Elsevier.
Jenkins, C. D., Laux, J. M., Richie, M. H., Tucker-Gail, K., (2014) Animal-assited therapy and rogers’ core components among middle school students receiving counseling services: a descriptive study. Journal of Creativity in Mental Health. 9:2, 174-187. DOI: 10.1080/15401383.2014.899939
López-Cepero, J., Perea-Mediavilla, M. A., Tejada, A., Sarasola-Sánchez-Serrano, J. L. (2015) Validación del cuestionario de actitudes ante las intervenciones asistidas por perros (CAINTAP) en Estudiantes Universitarios del Sur de España: Beneficios y Temores Percibidos. Alternativas. Cuadernos de trabajo social. 22, 123-138. DOI:10.14198/ALTERN2015.22.07.
O’Haire, M. E., J. McKenzie, S., Beck. A. M., Slaughter, V., (2015) Animals may act as social buffers: skin conductance arousal in children with autism spectrum disorder in a social context. Developmental Pschobiology. 57, 584-595. DOI: 10.1002/dev.21310
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